Epstein tiene una gran experiencia meditativa en la tradición de vipassana que a diferencia del zen que subraya la concentración en un punto, insiste en la observación y el análisis cuidadoso – o con la visión profunda- de los procesos continuos de formación de la mente. En este sentido, el vipassana se halla mucho más conceptualmente orientado que el zen y no resulta sorprendente que atraiga más a los tipos de personalidad intelectual que a los intuitivos o a los basados en el sentimiento. No es de extrañar, por tanto que haya mucho más escritos de los practicantes de vipassana que de los practicantes de zen. En este mismo sentido también suele decirse que, mientras que los practicantes del zen se convierten en fontaneros o carpinteros, los meditadores vipassana tienden a hacerse psicoterapeutas!
Epstein explica perfectamente el modo como los diferentes estados mentales descubiertos durante la práctica de la meditación de la visión profunda pueden ser utilizados conjuntamente con los métodos y perspectivas psicoterapéuticas empleados para curar los efectos de los traumas y del abandono infantil. Epstein admite que la meditación suele provocar con cierta frecuencia el afloramiento a la superficie de problemas psicológicos que no son corregidos adecuadamente. La psicoterapia, por su parte, sí que lo hace, pero se encuentra limitada sí únicamente aspira al desarrollo del ego parcial y a lo que Freud llamó el estado de “infelicidad común”.
En opinión de Epstein, la meditación budista “nos proporciona un método complementario para el desarrollo del ego” que trasciende el que la visión terapéutica considera adecuado para el funcionamiento “normal”. Y que pude conducir al paciente “más allá del reconocimiento, hasta las lejanas orillas de la liberación”.
Referencia: Libro: Thoughts Without a Thinker: Psychotherapy from Buddhist Perspective de Marck Epstein.
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